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viernes, 23 de octubre de 2015

LA CALABAZA DE SAMUÍN (HISTORIA CÁNTABRA DE SAMUÍN)


Viéndonos a la orilla del camino destripando calabazas con un cuchillo la vieja Antonina nos dijo:

— Dentru pocu es Samuín.Tener cuidau, os vais a cortar.

Sin sorpresa por ver lo que estábamos haciendo continuó su lento caminar hacia la tienda.

A finales de octubre, los chavalucos del pueblo estábamos deseando juntarnos para tallar caras en calabazas vaciadas, metíamos velas o lámparas de aceite dentro y las colocábamos en el camino que bajaba al cementerio para asustar a la gente que pasaba.

Nuestra afición era poner la calabaza más grande en mitad del camino. La finalidad era que cuando un coche o carro (de caballo) parase a quitar la calabaza del camino, nosotros, apostados detrás del muro del camino, asomábamos nuestras calabazas encendidas para asustar que quien había parado. Lo normal era que nuestras risotadas avisaran primero de nuestras intenciones de asustar.

Aquella noche fue diferente, un carro tirado por un caballo negro bajaba por el camino despacio. Solo se oía el respirar del caballo y sus herraduras contra el duro suelo. Alguien enfundado en una capa negra iba sentado en el carro manejando las riendas. Sentimos miedo. Ninguno nos reímos esa noche.

El caballo negro paró en seco delante de la calabaza de mitad del camino. Bajó la cabeza, la olió y resopló antes de mirar a la figura que llevaba las riendas.

Aquel ser inspiró asmáticamente. Bajó del carro y avanzó hacia la calabaza. La cogió y la depositó en la caja del carro con cuidado de que el fuego interior de la calabaza no se apagase. Sin más ruido que sus asmáticas inspiraciones y las herraduras del caballo siguieron avanzando camino abajo hasta que los perdimos de vista, casi a la altura del muro del cementerio.

Cuando desaparecieron salimos y comentamos.

— ¿Habéis visto?— dijo uno.
— ¿Quien era?— pregunté yo.
— Parecía que no tenía cabeza— dijo otro.
—Me ha dado miedo, yo me voy para casa— afirmó el más joven.

Todos nos fuimos repasando lo que habíamos visto. Sentimos miedo.

Al día siguiente, el día de Todos los Santos, la calabaza la encontramos encima de la tumba del ahorcado.

Salud de Samuín. 

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